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lunes, 26 de marzo de 2018

La mujer en la Antigua Roma

LA MUJER EN LA ANTIGUA ROMA 


➻La mujer ocupo un lugar destacado en la antigua Roma, en comparación con otras sociedades antiguas. Matrona, sacerdotisa, emperatriz... siempre era considerada inferior según las leyes y siempre era considerada una menor (como los niños).



➻Dependían siempre de su padre o en caso de contraer matrimonio a su esposo. La mujer romana se casaba generalmente entre los trece y los diecisiete años.


➻Los efectos del matrimonio son evidentes desde el primer día:
  • La esposa participa de la condición social del marido pero no pierde su cualidad de plebeya o de liberta, si es que lo es, cuando se casa con un patricio.

  • El marido controla la dote y, si hay separación, no está obligado a devolverla, y en caso de hacerlo ésta solía ser devuelta al padre de la mujer.


  • Mientras dura el matrimonio a la señora casada se la llama propiamente matrona, término derivado de madre y que explicita el carácter esencialmente procreador de este enlace. De hecho tenía prohibido abortar sin el consentimiento de su marido.

➻Se esperaba que las esposas romanas tuvieran hijos, pero las mujeres de la aristocracia, acostumbradas a cierto grado de independencia, mostraban una creciente falta de inclinación para dedicarse a la maternidad.

➻Las mujeres de la aristocracia dirigían una casa grande y compleja. Dado que las parejas ricas a menudo poseían varias viviendas  esta responsabilidad era equivalente a dirigir un pequeña compañía.

➻La casa (en latín, domus) fue también el centro de la identidad social de la familia, con retratos de los antepasados que se mostraban en el atrio. Una de las tareas que las mujeres supervisaban en un gran casa era la producción de ropa.


➻Las mujeres aparecen mucho más involucradas en los negocios y tan interesadas en la especulación como los hombres. El dinero es su primera preocupación.

➻En cuanto a la influencia política de las mujeres en la República tardía, aunque excluidas de la vida pública, disfrutaban del prestigio social de su familia o esposo; que las mujeres de la nobilitas no eran ajenas a los secretos de la influencia.